miércoles, 1 de septiembre de 2010

LA EVOCACIÓN DEL NARDO

Tiene un olor dulzón, tan intenso que me coloca 20 años atrás, cuando trabajaba en el Auditorio Nacional de Madrid. Allí los días de conciertos "de postín" iba una florista con varas de nardo en ristre y, como en otros tiempos, ofrecía por unas monedas su olorosa mercancía a los clientes que consideraba elegantes. Tenía éxito o poder de convicción o ambas cosas; el caso es que la veía desde el alféizar del anfiteatro dirigirse a los "caballeros" y sin mediar palabra les prendía la diminuta flor en la solapa. Era como un ceremonial, al abrir las puertas, Luisita la florista era una más de la plantilla, incluso se camuflaba con un traje de chaqueta azul marino como el nuestro y al acabar de acomodar a los clientes, se volatilizaba como el perfume de las flores que ofrecía.

Por eso para mi la buena música huele a nardo, porque mi mente hace una extraña sinestesia e impregna cada nota de cada partitura de cada sinfonía... con el olor de los nardos de Luisita.



¿Qué habrá sido de Luisita la florista? ¿seguirá la tradición de los nardos para engalanar las solapas de los hombres? ¿seguirán las mujeres luciendo el revuelo de mantones de Manila cuando llega mayo y Madrid huele a verbena?... quizá sea ya una reliquia de otros tiempos y el pragmatismo del siglo XXI haya acabado ya con esos pequeños detalles "inútiles""pequeños""demodés" que a mi tanto me llaman la atención. Espero que alguien siga teniendo esa nostalgia y no deje morir la tradición, porque también de olores vive el hombre.

1 comentario:

  1. Es una evocación preciosa, no sé que será de Lolita la Florista, ha pasado mucho tiempo, pero lo que sí sé es que Lolita con algo tan sencillo como el aroma de sus nardos ha conseguido que la sigas recordando después de tanto tiempo.

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